En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo me voy y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no pueden venir”. Dijeron entonces los judíos: “¿Estará pensando en suicidarse y por eso nos dice: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’?” Pero Jesús añadió: “Ustedes son de aquí abajo y yo soy de allá arriba; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Se lo acabo de decir: morirán en sus pecados, porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”.
Los judíos le preguntaron: “Entonces ¿quién eres tú?” Jesús les respondió: “Precisamente eso que les estoy diciendo. Mucho es lo que tengo que decir de ustedes y mucho que condenar. El que me ha enviado es veraz y lo que yo le he oído decir a él es lo que digo al mundo”. Ellos no comprendieron que hablaba del Padre.
Jesús prosiguió: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy y que no hago nada por mi cuenta; lo que el Padre me enseñó, eso digo. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada”. Después de decir estas palabras, muchos creyeron en él.
Palabras del Santo Padre
El pecado, entonces, «es la obra de Satanás y Jesús vence a Satanás. «el Crucifijo no es un ornamento, no es una obra de arte, con muchas piedras preciosas, como las que se ven: el Crucifijo es el misterio de la “aniquilación” de Dios, por amor». La serpiente, «profetiza en el desierto la salvación»: es, de hecho, «elevada y todo el que la mira es sanado». Pero esta salvación, no se hizo «con la varita mágica de un dios que hace las cosas»; sino que más bien se hizo «con el sufrimiento del Hijo del hombre, con el sufrimiento de Jesucristo». (Homilía Santa Marta, 15 de marzo de 2016)