Con profundo dolor en nuestros corazones, pero con la serena esperanza que nos da la fe en Cristo Resucitado, nos unimos como Iglesia universal para despedir a nuestro amado Santo Padre, el Papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio, el hombre que vino «casi desde el fin del mundo», ha sido llamado a la Casa del Padre Celestial, dejando una huella imborrable en el alma de millones de fieles y personas de buena voluntad en todo el planeta.
Recordaremos siempre su sonrisa franca, su abrazo cercano, su mirada compasiva. Francisco fue el Papa de la misericordia, el incansable predicador de la ternura de Dios. Nos enseñó, con gestos sencillos pero profundos, a buscar las periferias, a tocar las heridas de los olvidados, a ser una «Iglesia en salida», un hospital de campaña dispuesto a sanar y acoger.
Su pontificado nos desafió a vivir el Evangelio con autenticidad radical, a despojarnos de la mundanidad espiritual y a revestirnos de la humildad de Cristo. Nos impulsó a cuidar nuestra «casa común», a construir puentes en lugar de muros, a dialogar incansablemente por la paz y la fraternidad entre los pueblos. Nos recordó la alegría del Evangelio, incluso en medio de las dificultades.
Le damos gracias a Dios por el don inmenso de su vida y su ministerio petrino. Gracias, Santo Padre, por tu servicio generoso, por tu valentía profética, por tu magisterio cercano y lleno de sabiduría evangélica. Gracias por mostrarnos el rostro misericordioso del Padre y por guiarnos con la firmeza de un pastor y la ternura de un padre.
Aunque hoy lloramos tu partida física, celebramos tu entrada en la Gloria Eterna. Confiamos en que ahora, junto al Señor a quien tanto amaste y serviste, sigues intercediendo por esta Iglesia peregrina y por toda la humanidad.
Tu legado de amor, servicio y misericordia no se apaga. Vive en cada gesto de compasión, en cada esfuerzo por la justicia, en cada corazón que se abre al perdón y a la esperanza.
Descansa en la paz del Señor, querido Papa Francisco. Tu memoria será siempre una bendición y tu ejemplo, una estrella que guíe nuestros pasos hacia el encuentro definitivo con Dios.
Requiescat in pace.